Este operativo político tuvo de antemano una gran línea blanca de papel adherida al suelo de la plaza, conectando a Bolívar por el norte con el antiguo Palacio de justicia y por el sur con el Capitolio Nacional. Sobre esta línea blanca me desplacé, dejando en mi recorrido muchas bolsas transparentes anudadas contenidas de sangre. Luego subiéndome a su pedestal en una escalera forrada en gaza y esparadrapo y ataviado con un traje de plástico blanco diseñado para la performance, rasgué una bolsa con mis dientes y lo escupí una y otra vez. Esos minutos de la hora gris estuvieron acompañados de un puñado de amigos y amigas, masacrados tiempo después, algunos policías y soldados que no alcanzaron a digerir lo que sucedió, sino hasta cuando desaparezco de la escena real y de un personaje muy especial, el fotógrafo popular anónimo que me donó de manera desinteresada este registro fotográfico único.

Segundos después apareció de la nada una máquina de bomberos artillada con un equipo de aseo y un chorro monumental de agua, para bañar y refregar con cepillo y jabón a Bolívar hasta quitarle esa pátina verde acelerada que le produjo la sangre humana al bronce, dejándolo impecable e iluminado de nuevo.

La representación como poder, la extensión y la perpetuidad de la estructura política y el re-desplazamiento de la historia y de la ciudad son esenciales en Bolívar Ahora. Mi trabajo es político, es entender y hacer lo social, lo político, y lo económico desde el arte, superándolo. Es la actividad moral, como sistema de interpretación de la realidad desafiando todo incluso mis precedentes pues mi cordón umbilical, lo anudé desde la filosofía con Schopenhauer y la explicación del mundo que te devora, de Jorge Luis Borges, la invención del mundo, y de Tirofijo su nacionalismo extremo, “Colombia es el mundo” decía él.

Rosemberg Sandoval,
Palacio de Bellas Artes / Ex Teresa Arte Actual. México CDMX. 2011.